Risas que también sanan
> Aquí vas a encontrar anécdotas reales de mi vida, contadas con humor, acento andaluz y mucha verdad.
Situaciones absurdas, celos de película, familias con arte y relaciones que hoy me hacen reír… pero que antes dolían.
Escribo estas historias para que puedas reírte conmigo, reconocerte en ellas y entender hasta dónde puede llegar una mente que no ha sanado… y cómo, con el tiempo, el humor también cura.
Bienvenida a este rincón donde el dolor se transforma en carcajadas y conciencia.
— Ayana Farina
🔍 “Si te ven los CSI, te contratan del tirón”
(Primera anécdota — Ayana Farina)
A veces pienso que he vivido tantas escenas surrealistas, que mi vida podría ser una mezcla entre una novela, una terapia y un capítulo de humor.
Durante una relación pasada, su obsesión llegó a niveles tan absurdos que ya no sabía si preocuparme… o reírme. Yo elegí reírme, porque era lo único que me salvaba la cordura.
Un día, este hombre apareció con una linterna, decidido a encontrar “pruebas” de un amante imaginario.
La escena era digna de televisión: él alumbrando una simple servilleta arrugada, como si fuese una pista secreta, y yo mirándolo pensando:
— ¡Madre mía! Si te ven los CSI, te contratan del tirón.
Porque allí estaba él: revisando arrugas, sombras y dobleces como si buscara un tesoro oculto. Yo solo esperaba que no encontrara un moco o restos de pizza, porque como prueba de infidelidad… no le iba a servir 🤣.
Aquel momento, que en su día pudo ser doloroso, hoy lo cuento con humor.
Porque también se sana riéndonos de lo que un día nos dolió, y recordando que merecemos relaciones donde reine la confianza, no la paranoia con linterna incluida.
— Ayana Farina
🥿 “Registro forense nivel experto: mis zapatos rajados”
(Segunda anécdota — Ayana Farina)
Hay momentos en la vida en los que una ya no sabe si está viviendo una relación…
o participando sin querer en un episodio de Investigación Criminal.
En otra ocasión, este mismo hombre —que ya tenía habilidades de detective internacional— decidió que yo escondía un teléfono secreto.
¿Dónde?
Pues claro… ¡en mis zapatos!
Un día me encuentro mis tacones rajados por debajo, diseccionados como si fueran un experimento científico.
Cuando le pregunto por qué, me responde muy serio:
— “Tenía que asegurarme de que no escondías nada.”
Y yo, respirando profundo para no llorar de la impotencia, solté:
— Vamos a ver… si yo tuviera un amante (que NO lo tengo), ¿tú crees que memorizar un número me sería tan difícil? No necesito esconderlo dentro de un tacón, alma de cántaro.
Pero claro… esa frase solo generó más sospechas en su cabeza.
Y hoy lo entiendo: cuando una mente no está sana, inventa escenarios que no existen.
Lo mejor de todo es que no solo rajó zapatos.
También abrió sillones por debajo, como si fuera a encontrar un tesoro, un aparato alienígena o el control remoto perdido del universo.
Yo ya solo esperaba que un día apareciera con un detector de metales.
Hoy lo cuento riéndome, porque cuando sanas, ves la escena por lo que realmente fue:
una señal clarísima de que era hora de elegir paz, no paranoia.
Y aquí estoy, viva, ligera… y con mis zapatos enteros.
— Ayana Farina
🧦 Anécdota 3: “La huella que me convirtió en Rapunzel”
Esta es buenísima… aunque en su momento yo estaba pa’ llamar a Paco Lobatón.
Un día, estando encerrada porque él no me dejaba salir —sí, encerrada, como si yo fuese el premio de un concurso— vio una huella de zapato en el balcón.
Y claro… su mente dijo:
“¡Ajá! ¡Aquí ha pasado algo!”
Según él, en solo 5 minutos yo había conseguido:
Sacar un amante del bolso
Dejármelo entrar por el balcón
Echarle mi pelo como Rapunzel
Celebrar una cita express
Y volver a estar peinada, maquillada y tranquila como si nada
😆✨
Yo lo miraba con una mezcla de risa y pena pensando:
“Madre mía… si me vieran los de CSI te hacen jefe del laboratorio.”
Porque era impresionante cómo aquella cabeza podía crear una película entera a partir de una huella, que probablemente era mía o del repartidor del butano, vete tú a saber.
Pero él allí, señalando la marca como si hubiera encontrado una pista de Crimen + Investigación:
“¿Y ESTA HUELLA QUÉ?”
Y yo:
“Hijo… como no sea la del Yeti, no sé qué más decirte.”
Hoy lo cuento y me parto.
Porque cuando la mente no está sana, ve fantasmas donde solo hay baldosas.
Y cuando una misma sí está sana, esas historias se convierten en material de blog… y de terapia cómica. 😂💜
🔹 Anécdota 4 — “La funda del sofá voladora”
En cuanto me fui de aquella relación, me refugié con mi familia. Y mira… si algo tiene mi familia, además de amor, es un humor que cura.
Un día estábamos en casa de mi madre. Mi hermana —que es una maravilla y tiene una lengua más rápida que un látigo— se queda mirando la funda del sofá donde se sentaba su ex, y suelta:
—“Mamá, hija, echa esa funda a la lavadora ya… que tiene a Homer Simpson sentado. Como no la laves, la funda se va a convertir en la alfombra mágica de Aladdín y se va a ir volando sola.”
Mi hermana, con las manos en la cintura, remata:
—“¡Eso seguro que se tiende en el suelo y las hormigas se lo llevan como si fueran pipas!”
Yo, después de tantos años de toxicidad, escuchando eso…
Me entró una risa que fue más sanadora que mil terapias.
A veces no es solo que tú sanes:
tu familia también sana contigo.
Y juntas, entre risas y fundas de sofá voladoras, terminamos de cerrar esa etapa.
— Ayana Farina