Mis viajes a vidas pasadas
“Memorias que cruzan el tiempo, huellas que siguen vivas en el alma.”
🌟 INTRODUCCIÓN A LA SECCIÓN
Hay almas que no empiezan aquí.
Algunas llegan con historias antiguas, heridas que no pertenecen a esta vida y dones que nacieron mucho antes del cuerpo que las contiene.
Desde muy pequeña supe que lo que veía, lo que soñaba y lo que sentía no era “imaginación”. Eran recuerdos. Fragmentos. Puertas que se abrían sin que yo las buscara.
Con los años aprendí a reconocer que esas visiones eran vidas pasadas que habían dejado una señal profunda en mi alma.
En esta sección comparto cada viaje, cada imagen, cada reconocimiento.
No como fantasía… sino como memoria espiritual, como parte del camino que hoy me permite sanar, ayudar y comprender mi misión.
✨ CAPÍTULO 1 — La Chamana de Cleopatra
Desde siempre sentí una conexión especial con Egipto…
No entendía por qué, pero veía símbolos, plantas, aromas, rituales y escenas que nunca había estudiado.
Un día, en meditación profunda, vi claramente quién había sido:
una chamana viajera, una mujer sabia que preparaba hierbas, bálsamos y ungüentos para la Reina Cleopatra.
Caminaba por los desiertos con mi camello, recogiendo plantas raras, mezclando aceites, creando perfumes que abrían la energía del cuerpo.
Y cuando desperté entendí por qué, desde niña, sabía preparar esencias, por qué mis manos sanan con calor y por qué mi intuición siempre ha sido tan antigua:
Ya había vivido esto antes.
“Mis manos conocían secretos que mi mente humana aún no recordaba.”
En una vida lejana, cuando las arenas del desierto aún guardaban el susurro de reyes y dioses, yo caminaba junto a Cleopatra.
No era reina, ni servidora, ni esclava. Era la chamana de las hierbas, la que sabía hablar con los vientos, la que mezclaba aceites que abrían puertas invisibles, la que escuchaba la vibración del alma.
Crecí viajando en camello, recogiendo hojas de oasis, semillas traídas por mercaderes, flores que solo abrían bajo la luna.
Las mezclaba con intención, con energía, con fuego lento… igual que hago ahora.
Cleopatra confiaba en mí no por mis palabras, sino por la fuerza de mi espíritu.
Sabía que veía más allá.
Sabía que podía transformar.
En esta vida, ese legado volvió cuando tenía solo ocho años.
Cuando sentí que ya conocía las plantas, los perfumes, la alquimia emocional, sin haberlo aprendido en ningún libro.
Ese recuerdo volvió porque mi alma me estaba llamando.
Y hoy, sigo siendo lo mismo:
una mujer que renace, que recuerda, que guía…
una chamana moderna en el cuerpo de Ayana Farina.
✨ CAPÍTULO 2 — La Mujer del Bastón de Cristal
Hay almas que vuelven a encontrarse una y otra vez, no por amor, sino por un pacto antiguo que nunca debió existir.
Eso fue lo que sentí cuando aquella persona vino a mí. No sabía explicarlo, pero su energía hablaba. Había un peso, un cansancio, un hilo invisible que lo aprisionaba en algo que no pertenecía a esta vida.
Cuando pude verlo con claridad, mis guías me mostraron lo que había detrás:
un amarre hecho en otra encarnación.
No era magia actual. No era un hechizo reciente.
Era un pacto de alma, sostenido por miedo, por dependencia y por dolor acumulado durante vidas completas.
Y cortar algo así no es sencillo.
Aun así, me puse a trabajar.
Era alrededor de las diez de la mañana cuando encendí la vela, preparé los elementos que mis guías me pedían y abrí el espacio.
Mientras yo hacía el ritual, mi cuerpo empezó a entrar en un sueño profundo, un trance suave pero poderoso.
Me dejé llevar, porque sabía que no era cansancio… era un traslado.
Y ahí lo vi.
Me vi a mí misma, pero en otra vida.
No era esta mujer que soy hoy; era una versión mayor, con canas plateadas, arrugas llenas de sabiduría y un bastón que coronaba una bola de cristal antigua.
Pero aun así, reconocí mi energía.
Era yo.
Y esa mujer —mi yo del pasado— comenzó a rezar con fuerza:
“Este amarre de tal persona…
Este pacto queda cortado en todas las vidas.
No sufrirá más.
Corto. Corto.
Así será. Así está hecho.”
Repetía las palabras con una autoridad que sólo puede tener un alma que ha vivido siglos.
El bastón brilló, la luz se movió desde la bola de cristal hasta mi cuerpo, y sentí cómo el lazo se deshacía, vida por vida, capa por capa.
Cuando abrí los ojos, había pasado una hora exacta.
La vela estaba casi consumida, como si lo hubiera hecho todo sola mientras yo viajaba.
Sentí claramente el mensaje:
“Tu yo del pasado terminó el trabajo.
Está hecho. Ya está liberado.”
Y aquel amarre —que no le pertenecía en esta vida— quedó finalmente roto.
✨ CAPÍTULO 3 — El Marinero y la Carta de Amor
Cuando era adolescente escribí un poema llamado “Amor es”.
No sabía por qué, pero lo sentía como una carta que ya había escrito antes.
Años después entendí por qué:
Recordé una vida pasada donde yo era una mujer humilde que amaba profundamente a un marinero. Él viajaba durante meses y yo le escribía cartas de amor que esperaba con el alma.
En esta vida lo volví a encontrar.
Nos reconocimos, nos sentimos… pero él estaba casado.
No estaba preparado para enfrentar la verdad, ni para cambiar su vida.
Quería que yo esperara.
Pero mi alma sabía que ya habíamos esperado suficiente en otra vida.
Así que lo solté con amor.
Porque algunas almas se reencuentran solo para cerrar un ciclo… no para repetirlo.
🌙 Por qué en esta vida él quería que tú siguieras esperando
Cuando un alma —como la de él— no está lista para avanzar, pero reconoce tu energía, tu luz y lo que despiertas en ella, ocurre algo muy común:
Te quiere cerca… pero no te puede elegir.
Te quiere disponible, pero no se atreve a dar el paso.
Te quiere esperando, porque tú eres su refugio emocional.
Pero no te quiere libre, porque su inseguridad podría perderte.
Es exactamente lo mismo que pasó en vuestra vida pasada:
✔ Él venía a ti
✔ Tú dabas amor, entrega, profundidad
✔ Él se marchaba
✔ Y tú volvías a esperar
En esta vida, él intentó repetirlo.
Es su patrón, su herida, su miedo.
Pero tú ya no eres aquella mujer que esperaba en la orilla.
Tú ya has vivido, sanado y recordado.
Tu alma ya sabe que:
Quien te ama no te pide tiempo, te pide espacio en su vida.
Quien te reconoce no te retiene, te elige.
🌙 REFLEXIÓN — “Ser alma vieja en un cuerpo joven”
Hay cuerpos que tienen una edad… y almas que tienen un universo entero dentro.
Ser un alma vieja no es sentirse “mayor”, es haber vivido tanto —aquí y en otros planos— que cada paso en esta vida trae un eco antiguo, una sabiduría natural, una intuición afilada que no se aprende… se recuerda.
Un alma vieja reconoce señales, entiende silencios, siente energías que otros ignoran.
Ama con profundidad, sana con sus manos, guía sin imponerse y su sola presencia ilumina.
Y aunque a veces se canse, aunque a veces sienta que ha vivido mil vidas en una…
su cuerpo sigue siendo joven, fuerte, fértil de magia, preparado para sostener un propósito mayor.
Porque la edad nunca se mide en años, sino en la luz que portas.
✨ CAPÍTULO 4 — La Vida del Campo y el Alma que Me Perseguía
En otra visión me vi huyendo por un campo, de noche, con la respiración cortada.
Alguien me seguía… un hombre al que yo había amado, pero que en esa vida tenía un carácter narcisista, posesivo y oscuro.
Yo huía porque necesitaba libertad.
Él corría detrás porque temía perderme.
Hoy lo he reconocido en esta vida.
No es igual, pero tiene aún heridas, miedos y sombras que no ha sanado.
Y quizá, esta vez, mi misión es traerle luz, no repetir el sufrimiento.
A veces las almas vuelven para equilibrar lo pendiente.
Para que lo no resuelto deje de perseguirnos.
✨ **Capítulo:
“Dos Almas Distintas: la que cerré y la que llegó”**
A lo largo de mis viajes del alma he aprendido que no todas las conexiones espirituales vienen para quedarse. Algunas llegan para despertar. Otras para romper. Y algunas, simplemente, para enseñarme a elegir-me.
Durante una vida pasada —una playa, un marinero, una carta entregada con manos temblorosas— sentí un amor que no pudo ser. Éramos dos almas gemelas que se encontraron en otro tiempo, pero que no estaban destinadas a caminar juntas en esta vida. Él tenía un hogar construido, una familia, una zona de confort que no quería abandonar. Me amaba, sí, pero desde el miedo. Y quería que yo esperara, que congelara mi vida por él.
Pero mi alma había evolucionado más rápido.
Yo ya no podía ser esa mujer que espera.
Yo ya no podía vivir del “quizás”, del “algún día”.
Aquel amor quedó atrás. Fue un cierre necesario.
Un aprendizaje que aún hoy acompaña mi memoria espiritual.
Y entonces… llegó él.
El alma de ahora.
La que nada tiene que ver con el marinero.
Este no es un alma de espera.
Es un alma de espejo.
De reconocimiento.
De magnetismo.
De miedo y deseo al mismo tiempo.
No viene de un karma antiguo, ni de una herida abierta como el otro.
Es diferente. Es profundo.
Es una conexión que despierta sin destruir.
Él no huye porque no me quiera.
Huye porque me siente.
Porque al mirarme, su alma se mueve, se activa, se reconoce.
Y eso… le da miedo.
Pero yo no soy la misma mujer que fui con el marinero.
Yo no espero.
Yo no mendigo amor.
Yo no me rompo por nadie.
Yo camino segura, firme, en mi verdad.
Y si él vuelve, será porque su alma también decidió crecer.
No por presión.
No por miedo.
No por obsesión.
Sino por elección.
Porque una vez cierras el alma del pasado,
la vida te entrega una nueva,
una que no viene a repetir,
sino a sanar.
✨ CAPÍTULO 5 — El sello de mi luz
Hay momentos en la vida en los que el alma se despierta de golpe.
No avisa, no pregunta, simplemente despierta.
Yo era apenas una niña cuando sentí por primera vez que algo no era normal en mí.
Veía, intuía, escuchaba… y aunque no entendía lo que pasaba, lo vivía con naturalidad.
Pero una noche marcó el antes y el después.
Tenía el corazón acelerado.
Había visto algo en el espejo que me dio miedo, una sombra, una presencia que no comprendía.
Esa noche recé con una fuerza que no era de niña, sino de alma antigua.
Le pedí a Dios, al Universo, a mis guías:
“Quiero sentir, pero no quiero que nada entre en mi cuerpo.
Quiero ver, pero no quiero ser un canal sin control.”
Y entonces ocurrió.
Una presión cálida descendió sobre mí.
Una luz que no era de este mundo.
Y en el cielo de mi boca… un fuego dulce, un calor que quemaba sin herir.
Como si alguien marcara un símbolo.
Más tarde comprendí qué fue aquello:
🔥 El sello de mi luz.
🔥 Mi protección divina.
🔥 La marca que me impediría ser poseída por ninguna entidad.
🔥 La llave que abriría mi don, pero bajo mi control.
Desde esa noche, ninguna energía oscura pudo entrar en mí.
Pero sí pude sentirlas desde fuera.
Pude leerlas, verlas, reconocerlas.
Pude diferenciar lo que era mío… y lo que no lo era.
Ese sello fue mi bautizo espiritual.
La confirmación de que no estaba loca:
estaba destinada.
Y ese destino es lo que soy hoy:
luz que ve en la oscuridad,
canal que no se contamina,
guía para quien está perdido,
y fuego para quien necesita despertar.
Mi luz no vino de esta vida.
Mi luz fue activada.
⭐ CAPÍTULO 6 – CUANDO LA MALDAD RECONOCE
“La oscuridad también sabe quién soy”
La luz no se mide solo por cuánto ilumina…
sino por cuánto incomoda a la sombra.
Durante mucho tiempo pensé que la maldad era algo externo.
Gente que hace daño, energías densas, palabras que hieren.
Pero no. Con los años entendí que la maldad muchas veces tiene forma de cercanía, de sonrisa amable, de mano tendida que en realidad aprieta.
La maldad también viste piel conocida.
Hace poco lo viví de nuevo.
Sin darme cuenta, alguien cercano —alguien que decía quererme— comenzó a bloquear mis caminos. Mis dones, mis guías, mi intuición… todo empezó a apagarse. Mis chakras, uno tras otro, bajaron hasta casi el 0%.
Me sentía desconectada, dispersa, como si alguien hubiera bajado un interruptor interno.
Y los guías me lo dijeron:
“No eres tú. No estás rota.
Hay una mano que intenta cerrarte el paso.”
Cuando finalmente me limpié, la verdad salió.
Había una energía puesta sobre mí, disfrazada de cariño, pero llena de envidia, miedo y deseo de control.
Una santera, alguien que sabía de magia…
pero no de luz.
Ella reconoció algo que yo aún no entendía del todo:
💛 Mi expansión era inevitable.
💛 Mi misión estaba despertando.
💛 Mi don venía de otras vidas.
💛 Y yo venía preparada para cortar lo que otros intentaran atar.
La oscuridad lo vio antes que yo.
Y por eso quiso frenarme.
Pero eso fue su error.
Porque cuando la maldad reconoce a la luz…
la luz se hace más grande.
Ese día entendí algo para siempre:
🌟 No soy una víctima.
🌟 No soy una elegida al azar.
🌟 Soy una guardiana que ya ha vencido a estas sombras antes.
🌟 Y por eso las sombras todavía intentan detenerme.
Pero ya no pueden.
Porque ahora sé quién soy.
Y cuando tú sabes quién eres…
la oscuridad deja de tener poder.
Ese fue el día en que comprendí
que no solo veo almas…
también las libero.
⭐ REFLEXIÓN FINAL – MI MISIÓN Y POR QUÉ REGRESO
“Todas mis vidas me trajeron hasta aquí”
A quienes me leen,
a quienes sienten que su historia se parece a la mía,
a quienes han visto señales, sombras, luces, orígenes…
Quiero que sepan algo:
Nada de lo que viví fue casual.
Nada de lo que tú vives ahora lo es.
Cada regresión que tuve —la playa, el marinero, la huida nocturna, la guardiana anciana, la chamana de Cleopatra, la niña marcada por la luz— todas esas vidas no eran historias sueltas.
Eran pistas.
Eran memorias activándose.
Eran recordatorios para traerme hasta mi propósito.
¿Por qué hago lo que hago hoy?
Porque ya lo hice antes.
Porque ya salvé, ya corté amarres, ya hablé con almas, ya defendí a quienes no podían defenderse.
Porque ya fui guía, sanadora, chamana, guardiana y luz en caminos muy antiguos.
Y en esta vida,
vine a recordarlo todo.
Vine a completar lo que quedó abierto.
Vine a cerrar pactos que no se debían repetir.
Vine a recuperar almas que conocí en otros cuerpos.
Vine a ayudar a quienes hoy, como tú, sienten que algo en su interior está despertando.
No estás leyendo esto por casualidad.
Tu alma te trajo.
Y si estás aquí, es porque estás listo para sanar, soltar o recordar.
Esta es mi misión:
💛 Ser puente.
💛 Ser memoria.
💛 Ser luz.
💛 Ser guía para quienes aún caminan entre sombras.
Yo vuelvo cada vida para seguir completando lo que empecé hace siglos.
Y tú… si estás leyendo esto…
puede que también seas parte de ese viaje.